jueves, 29 de mayo de 2014

El primer recorrido (49-51 d.C): 1 Tesalonicenses.

                     No sabemos nada de lo que hizo Pablo inmediatamente después de abandonar Antioquía en 48-49 hasta que llega a Grecia y escribe su primera carta, 1 Tesalonicenses. Probablemente, viajaría a través de la zona oriental de Turquía y, quizá, hizo una parada en Tarso. A partir de ese momento desconocemos la ruta que siguió y las paradas que hizo en el transcurso [Los desplazamientos de Pablo se corresponden, más o menos, con los descritos en Hch 16, pero no estamos seguros de cómo sucedieron realmente. Según Hechos, tras dejar Antioquía, Pablo siguió la ruta del sur que conducía directamente a Derbe y Listra, donde se encontró por primera vez con el joven seguidor judío de Jesús llamado Timoteo (Hch 16,1-4). Allí, el "Espíritu Santo" no les permitió dirigirse hacia el oeste, hacia Éfeso, por lo que se volvieron al norte, a Frigia y Galacia, y, luego, por el oeste, a través de Misia, hasta Tróade (Hch 16,6-8). Desde allí se embarcaron a Neápolis y prosiguieron hasta Filipos (Hch 16,11-12).] Finalmente llegó a la costa occidental de Asia, probablemente a Alejandría Troas, la ciudad portuaria romana que se hallaba cerca de la antigua Troya. Desde allí pudo navegar directamente hasta el puerto de Neápolis, en Grecia, y coger la Vía Egnaciana. Esta vía era la principal calzada romana que se extendía a lo largo del norte de Grecia, desde Bizancio hasta Dytrachium y, por consiguiente, la principal ruta que unía Anatolia con Italia. Filipos y Tesalónica eran importante puntos de parada en esta ruta.



              Gracias a los comentarios que encontramos en 1 Tes sobre su itinerario y sus actividades, podemos reconstruir la secuencia de los acontecimientos con gran precisión:

               1 Tes 2,1-2 " 1Sabéis muy bien, hermanos, que la acogida que nos hicisteis no resultó inútil; 2a pesar de los sufrimientos e injurias padecidos en Filipos, que ya conocéis, nos atrevimos, apoyados en nuestro Dios, a exponeros la buena noticia de Dios en medio de fuerte oposición."

              1 Tes 2,18 "18porque nos propusimos haceros una visita -y en particular, yo, Pablo, más de una vez-, pero Satanás nos cortó el paso. "

              1 Tes 3,1-2 "1Por eso, no pudiendo aguantar más, preferí quedarme solo en Atenas 2y mandé a Timoteo, hermano nuestro y compañero en el trabajo de Dios anunciando la buena noticia del Mesías, "

              1 Tes 3,6 " 6Ahora Timoteo acaba de llegar y nos ha dado buenas noticias de vuestra fe y amor mutuo, añadiendo que conserváis grato recuerdo de nosotros y que tenéis tantas ganas de vernos como nosotros de veros. "

              Como podemos observar, Pablo llegó primero a Filipos y después, tras experimentar algún tipo de "oposición", se trasladó a Tesalónica. Pablo estuvo el tiempo suficiente en amabas ciudades como para crear algunas pequeñas congregaciones [En la última carta a la comunidad de Filipo (Flp 1,5; 4,15-16) nos da más información: sus primeros convertidos en Filipos le ayudaron económicamente al irse a Tesalónica.] El comentario que hace en 1 Tes 1,9 ("os convertiréis a Dios, abandonando los ídolos") deja claro que la mayoría, si no todos, de estos nuevos seguidores eran gentiles. Pero luego se vio obligado a partir de nuevo. No se nos dice cuál fue la razón (1 Tes 2,18). Viajó hacia el sur, desde Macedonia hasta Acaya, la provincia romana situada al sur de Grecia, e hizo una parada en Atenas, al parecer lo suficientemente larga como para enviar a Timoteo, su compañero de viaje, de regreso a Tesalónica para comprobar cómo se encontraba la comunidad [Hch 17,1-9 describe los problemas de Tesalónica como resultado de un disturbio provocado entre los judíos; sin embargo, no existen pruebas reales de la existencia de facciones judías de este tipo en Filipos ni en Tesalónica. Hch 16,16-34 nos presenta a Pablo predicando y logrando nuevos convertidos en Atenas, pero no menciona que enviara a Timoteo de regreso a Tesalónica. En su lugar, Hch 17,14-15 dice que Pablo dejó a Silas y Timoteo en Berea (justo al sur de Tesalónica) cuando se dirigió a Atenas, y que los tres se reunieron posteriormente en Corinto (18,5).] Luego, Pablo siguió hacia Corinto, la capital de la provincia de Acaya (cf. Hch 18,1.5). Finalmente, Timoteo se reunió con él en Corinto y le informó de que los discípulos de Tesalónica estaban actuando correctamente y le recordaban con gran afecto.

              Fue en este momento en el que Pablo escribió la carta que ahora conocemos como 1 Tesalonicenses [http://www.1cartaalostesalonicenses.blogspot.com.es/]. A partir de sus comentarios sabemos que la escribió desde Corinto durante su primera visita, en algún momento a finales del año 50 o durante el año 51 d.C. Apoyándonos en esta base podemos hacer ahora una breve reseña de la carta:



            En primer lugar, Tesalonicenses pretendía ser una carta de exhortación, de carácter más bien íntimo, dirigida a los gentiles recién convertidos por Pablo. No es en absoluto un tratado teológico, aunque Pablo parezca responder a algunas cuestiones que se habían planteado desde su partida. A lo largo de la carta expresa la preocupación que tenía por ellos, porque había tenido que abandonarlos y no había podido regresar después. Parece que le preocupaba que pensaran que era una especie de predicador poco fiable. En consecuencia, subraya su comportamiento intachable mientras se encontraba con ellos y el permanente afecto y preocupación que sentía por ellos. En este contexto, se presenta utilizando el modelo tradicional de un "misionero filosófico" cuyo único  objetivo es que mejoraran  (2,7.11). Por tanto, la carta está impregnada de vocabulario filosófico típico de la exhortación y la consolación [Cf., especialmente, las obras de A.J. Malherbe citadas en cuadro 8.2].

           Pablo adapta la forma de la carta a la situación y sus objetivos con pequeñas modificaciones. El cuerpo de la carta comienza formalmente en 2,1, pero el vocabulario de "acción de gracias" vuelve a aparecer en 2,13 y 3,9. En consecuencia, no hay otro contenido en el cuerpo de la carta que la repetición que Pablo hace de su itinerario, que se convierte en poco más que una continuación de la acción de gracias. La exhortación comienza en 4,1, con la utilización de la terminología estándar, pero en 4,9, 4,12 y 5,1 Pablo vuelve a unas fórmulas que, tradicionalmente, son las que introducen los tópicos en el cuerpo de una carta. Por tanto, parece que Pablo, con toda intención, pospuso el tratamiento de estas cuestiones a la parte de la exhortación.      

             Este sutil cambio nos dice varias cosas sobre el contexto de la carta. En primer lugar, es probable que las cuestiones a las que se responde en los capítulos 4-5 fueran temas que habían surgido entre los tesalonicenses desde la partida de Pablo y sobre los que Timoteo había informado tras su regreso. En segundo lugar, la cuestión teólogica principal procede de la muerte reciente de algún miembro de la iglesia de Tesalónica; los creyentes están preocupados por las implicaciones escatológicas: ¿tendrá parte esa persona en el reino venidero? De esta preocupación, como también de la síntesis que hace el autor en 1,9-10, resulta evidente que la predicación del apóstol subraya en sus comienzos los temas apocalípticos relativos al mesías, el eschaton inminente y la ira divina. Pablo tiene que explicarles ahora que, ciertamente, habría un lugar para quienes ya hubieran muerto, basándose en la esperanza judía en la resurrección (4,16), cuando Jesús retornara en el eschaton (5,23). Al colocar estas enseñanzas en la sección de la exhortación, Pablo logra transmitir una réplica más reconfortante y personal a sus preocupaciones. Al mismo tiempo, el tema general y el tono de la exhortación es totalmente coherente  con la propia presentación que hace de sí mismo en la primera mitad de la carta: él es una "madre que cuida de sus hijos con amor" (2,7), un maestro solícito, un guía personal para su mejoramiento (tanto individual como comuntario), y, por consiguiente, el que los lleva a Dios.

La misión egea: visión de conjunto.

            Durante la siguiente década, Pablo viajó extensa y exclusivamente por la región de la cuenca del Egeo, es decir, por la costa occidental de Asia Menor (la moderna Turquía) y por la costa oriental de Grecia.



            Con el viajaban otros compañeros y asistentes, como Timoteo y Tito. Conjuntamente siguieron las vías romanas y las rutas de navegación a lo largo de esta región, deteniéndose en las ciudades importantes, donde Pablo intentaba atraer a algunos seguidores. En contraste con la descripción de Hechos, no parece que Pablo comenzara  en el seno de las congregaciones sinagogales locales, si es que existía alguna durante esta época. En su lugar, se centró en los gentiles. La base de su actividad misionera en cada una de las ciudades y los distritos de su entorno la constituían los grupos locales que se reunían en las casas de los conversos. A continuación, Pablo se desplazaba hasta la siguiente ciudad importante. Comenzó a escribir cartas a congregaciones fundadas anteriormente para apoyarlas y darles fuerza o para responder a sus preguntas. De nuevo, continuaba su camino y escribía más cartas.

           Durante este período hubo varios centros urbanos granes que sirvieron de eje para la tarea misionera de Pablo: Filipos y Tesalónica en Macedonia, provincia situada al norte de Grecia; Corinto en Acaya, provincia del sur de Grecia; y Éfeso, en la provincia de Asia. Todas ellas eran notables ciudades romanas. Filipos y Corinto eran colonias romanas, y Tesalónica, Corinto y Éfeso eran las capitales de sus respectivas provincias. Lo que sabemos sobre estas iglesias y sus experiencias procede de las cartas de Pablo. Por consiguiente, en este capítulo estudiaremos las cartas por su orden cronológico y, a partir de ellas, descubriremos más datos sobre las dimensiones sociales y religiosas de la misión egea de Pablo. La fecha de algunas de estas cartas es materia de debate entre los especialistas de Nuevo Testamento, un problema que trataremos en cada caso.


lunes, 5 de mayo de 2014

Un fatídico encuentro en Antioquía.

             Poco tiempo después, llegó Pedro a Antioquía, probablemente para investigar la situación y, tal vez, para realizar alguna tarea de consolidación entre las congregaciones exclusivamente judías del movimiento de Jesús.  Éste parece haber sido también uno de los acuerdos logrados en el encuentro de Jerusalén (Gál 2,7-8 [7todo lo contrario: viendo que se me ha confiado anunciar la buena noticia a los paganos (como a Pedro a los judíos, 8pues aquel que capacitó a Pedro para la misión de los judíos me capacitó también a mí para los paganos)]. Con ello, tal vez, se pretendía apaciguar a los más intransigentes, al tiempo que se permitía seguir con su actividad a los grupos de Pablo en su órbita social. Pero los resultados fueron desastrosos:

Gál 2,11-14:

11Pero cuando Pedro fue a Antioquía tuve que encararme con él, porque se había hecho culpable. 12Antes que llegaran ciertos individuos de parte de Santiago, comía con los paganos; pero llegados aquéllos empezó a retrarerse y ponerse aparte, temiendo a los partidarios de la circuncisión.
                    13Los demás judíos se asociaron a su ficción y hasta el mismo Bernabé se dejó arrastrar con ellos a aquella farsa. 14Ahora que cuando yo vi que no andaban a derechas con la verdad del evangelio, le dije a Pedro delante de todos:
                   -Si tú, siendo judío, estás viviendo como un pagano y en nada como un judío, ¿cómo intentas forzar a los paganos a las prácticas judías? 

        
              Parece que Pedro se movía inicialmente con libertad entre las diferentes facciones e incluso que llegó al extremo de comer con los grupos mixtos de Pablo. Después, llegaron de Jerusalén otros seguidores judíos del movimiento -"los de Santiago"- e hicieron que Pedro abandonara sus relaciones con los gentiles incircuncisos. Parece que los emisarios de Santiago se habían alineado con las células más rigoristas de Antioquía, intimidando a otros judíos, incluido Pedro. Con gran pesar para Pablo, hasta Bernabé le dio la espalda.

             Pablo debió darse cuenta rápidamente de las implicaciones que aquello tenía. Sus enormes esfuerzos para asegurar un lugar a los gentiles en la comunidad de Jesús estaban a punto de ser rechazados, incluso por aquellos judíos que anteriormente los miraban comprensivamente. Pablo repartió golpes a diestro y siniestro. No se nos dice que implorase antes a Bernabé y a otros para que le dieran otra oportunidad. Tampoco se nos dice si había defendido en otra ocasión apasionadamente su propia interpretación del encargo "revelado por Dios" (Gál 1,16; 2,2.7). El hecho es que todo terminó en una confrontación con el mismo Pedro. Pablo estalló. "Tachó a Pedro de hipócrita, diciéndoselo a la cara ante unos testigos (Gál 2,11.13-14). Lo que sigue en Gál 2,15-21 [ , ] puede representar lo que Pablo hubiera querido que dijera para justificar su posición. Pero la realidad era bien diferente; tampoco era un problema de mera diferencia de opinión. Pablo no convenció a nadie, ni siquiera a Bernabé, que, según las leyendas posteriores, se convirtió en un protegido de Pedro [Cf. Hch 15,36-41 que representa a Pablo desprendiéndose de Bernabé a causa del colaborador llamado Juan Marcos, quien, anteriormente, había estado unido a Pedro y Santiago en Jerusalén (Hch 12,12-17  )].

La descripción de Hechos muestra que la iglesia de Antioquía interpretó la relación en estos términos, al tiempo que, con toda intención, quita importancia a la disputa entre Pedro y Pablo. No resulta claro qué ocurrió en los enclaves paulinos donde había mezcla de judíos y gentiles, pero podemos sospechar que dominaría el "partido de la circuncisión" [Cf. el críptico comentario de Gál 5,11]. En el caso de Pablo, la consecuencia inmediata era evidente. Tuvo que abandonar Antioquía. Optó por embarcarse para una nueva misión donde no hubiera una comunidad judía tan fuerte y tradicionalista. Iría hacia el oeste, a Grecia y Roma, donde podía llevar a cabo, independientemente, su actividad como "misionero" o "apóstol" de los gentiles [En Pablo, el término "apóstol" (del griego apostollein, "enviar") significa simplemente "un enviado" como emisario o con una misión, de aquí que traduzcamos "misionero".] Y así es como se inicia la etapa más importante del ministerio de Pablo, la misión egea.

PABLO: LA MISIÓN EGEA.

            En torno al año 48 d.C., Pablo regresó de Jerusalén a Antioquía con sus compañeros de viaje Bernabé y Tito. Bernabé era judío; Tito, gentil. Es el mismo Pablo quien nos informa de lo que había pasado en Jerusalén en Gal 2,1-10 [ , ]; su encuentro con las "columnas" de la iglesia de Jerusalén -Santiago, Cefas (Pedro) y Juan - había concluido con el resultado de que "dieron la mano en señal de comunión" a Pablo y Bernabé (Gál 2,9). Tal vez, lo más importante para Pablo fue el hecho de que, no obstante la oposición de palabra, no exigieron que Tito se circuncidara (Gál 2,3). Habían regresado a Antioquía para informar a las jóvenes congregaciones de Pablo. También constituían una mezcla de judíos (y, quizá, algunos prosélitos) y gentiles que, como Tito, no se circuncidaron al unirse al movimiento de Jesús. Las otras congregaciones judías de Antioquía, incluidas las de los seguidores de Jesús, mirarían con recelo a los grupos de Pablo. Después de todo, la integración con los gentiles -y, especialmente, el hecho de comer con ellos en las celebraciones religiosas- eran considerada por muchos como una violación de las leyes judías de pureza. Éste era el asunto que Pablo había llevado a Jerusalén, de donde regresó convencido de que había triunfado.

jueves, 1 de mayo de 2014

La forma epistolar paulina.

                        Muchos de los elementos formales de las cartas de Pablo proceden de las convenciones epistolares comunes, pero también adaptó el género de la carta para acomodarlo a sus necesidades. Una carta en papiro típica seguiría un índice básico de contenidos, aunque con algunas variaciones, según la finalidad o situación, tal como vimos anteriormente en el caso de la carta de recomendación. Este índice básico es el siguiente:


                        Pablo posee sus propias frases típicas que encajan en cada uno de estos elementos básicos. Por ejemplo, en lugar de la fórmula "saludos" (en griego, chairein), Pablo dice siempre "gracia y paz a vosotros". Podría considerarse como una variante decorativa, puesto que "gracia" (griego, charis) es una forma nominal del mismo término utilizado para decir saludos, y "paz" (griego, eirene) sería la traducción griega del tradicional saludo judío shalom. Pablo también adorna las fórmulas de saludo y conclusión con frases de índole religiosa, como "de parte de Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo", dándoles un tono doxológico que, tal vez, procede de las fórmulas de la oración judía.

                     Además, notamos cómo hace sus adaptaciones en las partes centrales del contenido. La fórmula de petición o ruego se transforma habitualmente en "siempre doy gracias a mi Dios cuando os recuerdo en mis oraciones", u otras frases semejantes. Dado que Pablo inicia frecuentemente estas peticiones con "doy o damos gracias" (del término griego eucharisto), esta típica fórmula paulina ha llegado a conocerse como acción de gracias o eucharisto. Análogamente, Pablo introduce, casi siempre, la sección de instrucciones finales con la fórmula "os suplico/os suplicamos", utilizando la palabra griega parakalo. De aquí que a esta sección se la haya llamado tradicionalmente la exhortación o parakalo [Eucharisto es también la palabra de donde procede nuestro término "eucaristía" aplicado a la cena del Señor o misa. Deriva de algunas oraciones litúrgicas antiguas que comenzaban con "te damos gracias" (cf. Didajé 9-10 y el capítulo 13 de nuestra obra). En el griego actual, los términos parakalo y eucharisto (pronunciando efcharisto) siguen como expresiones habituales para decir "por favor" y "gracias", respectivamente]. La acción de gracias indica frecuentemente el tema de la carta, que se desarrollará en el cuerpo central, mientras que la exhortación presenta algunos consejos que proceden de las cuestiones principales tratadas. En consecuencia, el índice del contenido de la carta típicamente paulina es el siguiente:


                         En el cuadro 7.4 presentamos una sinopsis que muestra estos elementos formales en todas las cartas auténticas de Pablo.


                          Las cartas paulinas son relativamente más largas en comparación con las típicas cartas que encontramos escritas en papiro. Únicamente la pequeña carta a Filemón, de sólo veinticinco versículos, se corresponde con la carta normal de una página que encontramos en los papiros de ese período. Lo que, tal vez, resulte más importante es el modo en que Pablo modifica intencionadamente su propio contenido básico para acomodarlo al objetivo de cada carta. Estas modificaciones pueden ayudarnos a comprender el contexto de la carta y las intenciones e ideas que tuvo para escribirla.

La forma epistolar en los papiros griegos.

                   Los problemas habituales de la actividad escritora eran el coste y la disponibilidad de papiros, así como que hubiese alguien que supiera escribir del modo que la situación requería. En consecuencia, muchos elementos del estilo que encontramos en los testamentos, los contratos, los documentos matrimoniales y las cartas comunes procedían de las convenciones tradicionales que ayudaban a conservar los documentos para cuando se necesitaran. Gran parte de los elementos del estilo epistolar se enseñaban realmente en las escuelas y se conservan en los antiguos "manuales" para escribir las cartas [Sobre los manuales, cf. Stowers, Letter Writing in Greco-Roman Antiquity, pp. 51-57; W. G. Doty, Letters in Primitive Christianity, Fortress, Filadelfia 1973, pp. 8-11.] Los diversos tipos de cartas poseían elementos formales diferentes según las circunstancias, las relaciones o las ocasiones sociales particulares. Encontramos un buen ejemplo en la denominada carta de recomendación; presentamos a continuación lo que dice un antiguo manual sobre este tipo de carta con su ejemplo correspondiente:

                   El tipo de [carta] de recomendación es el que se escribe a favor de una u otra persona, entrelazando su alabanza al tiempo que hablamos a quienes no lo conocían anteriormente como si les resultara familiar. Debe hacerse del siguiente modo.
                  Fulano de tal, quien les lleva esta carta, es apreciado por su fidelidad; harán bien en considerarle digno de una buena acogida tanto por mis recomendaciones como por él mismo, y, muy pronto, por la comprobación de ustedes. No se arrepentirán de hablar con él sobre cualquier asunto que deseen, tanto de conversaciones como de hechos confidenciales. No sólo esto, sino que también hablarán bien de él a los demás, una vez que se hayan dado cuenta, durante el tiempo que necesiten, de que es competente en todos los asuntos [Del manual de PsuedoDemetrio, Tipos epistolares 2, traducción de L. M. White.] 

                 Una carta en papiro que data de ca. 25 d.C. muestra cómo se llevaban a cabo estas características formales:

                 Teón a su honradísimo Tyrrano, saludos afectuosos. Heracleides, quien te lleva esta carta, es mi hermano. Por tanto, te suplico, de todo corazón, que lo trates como a alguien altamente recomendado. He pedido también a tu hermano Hermías que te escriba sobre él. Me harás un gran favor si encuentra una buena acogida por tu parte. Ante todo, pido para que goces de buena salud y de una prosperidad sin contratiempos. Saludos [La carta se encuentra en el Papiro de Oxyrhynchus 292, traducción de L. M. White].

                 El texto se escribió en la cara interna de una única hoja pequeña de papiro que mide 20 cm. por 14,7 cm; posteriormente se enrolló y se ató o selló; en la parte externa encontramos una simple dirección, "A Tyrrano, funcionario provincial". Es la típica carta de alguien que vivía en un pueblo y se dirigía a un funcionario romano. Es breve y se ajusta con sumo cuidado a las convenciones; en ella percibimos la deferencia social respecto al destinatario y la labor de un escriba profesional contratado para que la escribiera en nombre del remitente, Teón. El estudio de las cartas escritas en papiro pone de manifiesto muchos aspectos no sólo de la forma epistolar y el estilo del momento, sino también de las circunstancias sociales. A pesar de su relativa formalidad, encontramos en ellas una gran cantidad de información sobre la vida cotidiana y los problemas humanos: (Lámina 7.3).

   
                     Regresamos ahora a Pablo. Pablo escribió cartas comunes relativas a determinadas situaciones, aunque frecuentemente introducía en ellas reflexiones y pensamientos teológicos. Pero no deberíamos pasar por alto las características formales ni la situación social para centrarnos solamente en el contenido religioso. Más bien, estos tres aspectos están casi siempre interconectados en el modo en que escribe Pablo. Hemos de indagar en las circunstancias particulares para comprender la respuesta que da utilizando categorías y términos religiosos. En general, adopta las convenciones comunes del género epistolar en las cartas dirigidas a sus iglesias porque eran las que la gente esperaba encontrar en ellas. Por ejemplo, casi al final de la carta a los Romanos, Pablo dice: (!6,1-2) " 1Os recomiendo a nuestra hermana Febe, diaconisa de la iglesia de Cencreas; 2recibidla como cristianos, como corresponde a gente consagrada; poneos a su disposición en cualquier asunto que necesite de vosotros, pues, lo que es ella, se ha hecho abogada de muchos, empezando por mí." Podemos apreciar que Pablo ha adoptado en este punto la forma y la terminología estándar de una carta de recomendación. Les está presentado a Febe, que pertenecía a la iglesia doméstica de Cencreas, uno de los suburbios de Corinto, a quien llama "diaconisa" (o "ministro") y también "benefactora" (o "patrona"). Pide que sea recibida amablemente por las iglesias-casa de Roma.

                    Prácticamente, todas las cartas auténticas de Pablo contienen algún tipo de recomendación o petición de hospitalidad.

                    Dos últimas observaciones: En primer lugar, la utilización de la fórmula de recomendación en la carta a los Romanos indica que Febe era, efectivamente, en quien Pablo había delegado para que la llevara a Roma. En segundo lugar, con esta fórmula se pretendía asegurar que fuera acogida por alguien en Roma, lo más probable por Prisca y Aquila "y la iglesia que se reúne en su casa", a quienes se menciona en el saludo posterior (Rom 16,3-5). Por tanto, estas fórmulas típicas de las cartas grecorromanas son importantes para comprender el modo en que Pablo escribe la carta y las circunstancias históricas y condiciones sociales que subyacen tras la redacción.

viernes, 18 de abril de 2014

Las cartas en el mundo grecorromano.

               Las cartas eran una forma habitual de expresión literaria en el mundo grecorromano. El estadista romano M. Tulio Cicerón (106-43 a.C) era conocido en su tiempo como "escritor de cartas"; en tiempos de Pablo, los volúmenes de sus cartas se editaban junto a Homero y Virgilio como valiosos tesoros literarios [Tal como aparece reflejado en una excelente máxima compuesta por Marcial (Epigramas 14.188) a principios de los años ochenta del siglo I d.C]. L. Anneo Séneca (5/4 a.C.-64 d.C), que era filósofo estoico y contemporáneo de Pablo [El hecho de que Séneca fuera encarcelado durante el reinado de Nerón casi al mismo tiempo en que las leyendas fijan el martirio de Pablo, contirbuyó a que en los siglos posteriores se produjera una correspondencia apócrifa entre Pablo y Séneca, en la que Pablo convence a su compañero de prisión de las ideas cristianas (Cuadro 7.1)], utilizó el género epistolar como instrumento para la enseñanza filosófica y moral. Pero lo mismo había hecho tres siglos antes el filósofo griego Epicuro (341-270 a.C). El aristócrata romano Plinio el Joven (61-113 d.C) acabaría reuniendo su correspondencia personal y oficial en varios libros para su publicación posterior; uno de estos volúmenes contenía las cartas dirigidas y recibidas del Emperador Trajano, entre las que aparece la referencia romana más antigua a los cristianos [Plinio, Epístolas 10.96-97, fechada ca. 110-113 d.C., cuando Plinio ejercía su oficio de supervisor imperial en la provincia de Bitinia. Estas cartas presentan algunos de los testimonios más antiguos sobre las actitudes romanas hacia los cristianos y los comienzos de los juicios contra ellos]. Los cristianos posteriores, especialmente los obispos y los dirigentes de la Iglesia que pertenecía a la aristocracia, como Cipriano de Cartago (ca. 200-258 d.C.), Atanasio de Alejandría (296-373 d.C) Juan Crisóstomo (347-407 d.C), Basilio de Cesarea (330-379d.C.), Jerónimo (342-420d.C), Agustín (354-430 d.C) y muchos otros, siguieron la tradición de escribir y coleccionar cartas, tanto oficiales como personales, en griego y en latín.


              Puesto que muchos de estos escritores de cartas eran conscientes de su herencia literaria, la comparación de sus cartas con las de Pablo se ha considerado, en ocasiones, una pérdida de tiempo. En la antigüedad tardía y durante la Edad Media, las cartas de Pablo se consideraban como "escritura" y, por consiguiente, regidas por diferentes presupuestos literarios. Al comienzo de la investigación moderna se consideraron más adecuadamente como correspondencia común; sin embargo, se pensaba que eran formal y estilísticamente inferiores a las grandes "epístolas" literarias de los autores clásicos [Cf. Stanley K. Stowers, Letter Writing in Greco-Roman Antiquity, Westminster, Filadelfia 1986, pp. 17-26.] Aunque la reciente investigación no apoya este último punto de vista, no obstante, se extendió en parte gracias a los grandes descubrimientos de los documentos, escritos en papiro, del Egipto romano, que comenzaron a finales del siglo XIX. Estos hallazgos nos han hecho más conscientes del enorme uso que se hacía de las cartas en el mundo romano, en todos los niveles sociales y con diferentes grados de sofisticación.

             La enorme burocracia del Imperio romano hizo de la escritura y de los documentos escritos una necesidad imperiosa, tal vez más que en cualquier otro período de la historia antigua hasta tiempos relativamente recientes. Como consecuencia, aumentó el número de personas que sabían leer y escribir, al menos en un nivel básico [Se ha debatido recientemente hasta qué punto sabía la gente escribir y leer en el mundo antiguo. Especialmente, William V. Harris, en Ancient Literacy, Harvard University Press, Cambridge 1989, sostiene que había menos alfabetismo de lo que se ha supuesto en los estudios más antiguos sobre el mundo grecorromano; sin embargo, la cuestión se reduce a saber qué entendemos por "analfabeetismo". Una perspectiva más cauta nos permitiría afirmar que había mucha más gente en el mundo romano con un mínimo alfabetismo funcional que en los períodos anteriores o posteriores de la cultura occidental hasta la modernidad, aun cuando muchas de estas personas no estaban capacitadas para leer o escribir literatura en un sentido estricto.]. El griego era aún la lengua predominante en la mitad oriental del Imperio; el latín se utilizaba en la parte occidental. Algunos de los numerosos escribas ejercían de notarios para quienes no sabían escribir en griego ni en latín o para quienes necesitaban documentos de índole más oficial (cf. 7.1). Otros escribas profesionales se dedicaban casi exclusivamente a producir manuscritos literarios [L.D. Reynolds y N.G. Wilson, Scribes and Scholars: A Guide to the Trnasmisions of Greek and Latin Literature, Clarendon, Oxford 1974; Marcello Gigante, Philodemus in Italy; The Books from Herculaneum, University of Michigan Press, Ann Arbor 1955, pp. 1-48; H. Y. Gamble, Books and Readers in the Early Church; A History of Early Christian Texts, Yale University Press, New Haven 1995, pp. 1-41.]. A otros se les contrataba como secretarios particulares para escribir cartas personales y oficiales [Por ejemplo, el emperador Augusto contrató como secretario suyo a Horacio, que llegaría a ser un gran poeta; Suetonio, en Vida de Horacio, cita una carta de Augusto en la que se queja de que sus compromisos oficiales le hacían imposible mantener una correspondencia con sus amigos. Sobre la escritura de cartas en el sistema educativo, cf. Stowers, Letter Writing in Greco-Roman Antiquity, pp. 32-35.]

                                              LÁMINA 7.1


                   Por algunos comentarios sabemos que Pablo utilizó también a estos escribas para su actividad epistolar. La referencia más obvia se encuentra en Rom 16,22 [22Yo, Tercio, el amanuense, os mando un saludo cristiano.] en donde su escriba Tercio envía sus propios saludos. También en algunas ocasiones dice Pablo algo semejante, como, por ejemplo: "  11Fijaos qué letras tan grandes, son de mi propia mano. " (Gal 6,11) o " 21La despedida, de mi mano: Pablo. "(1Cor 16,21). En estos casos hemos de imaginarnos que tomaba la pluma del escriba y escribía su saludo personal con su propia letra, de forma semejante a lo que puede verse frecuentemente en los papiros (lámina 7.1). Lamentablemente, no se nos han coservado los autógrafos originales del propio Pablo, pues podríamos haber obtenido alguna información adicional, al menos como "segunda mano".

                En correlación con la extensión de la actividad escritora se desarroló toda una industria dedicada a producir materiales e instrumentos de escritura (lámina 7.2), que abarcaba desde las tablillas de cera, que podían utilizarse para tomar notas y después borrarlas y volver a utilizarlas, hasta pergaminos hechos de piel (que duraban mucho más, pero también eran más caros) y grabaciones en piedra (frecuentemente utilizadas para hacer los decretos públicos y las cartas imperiales) [Sobre la última, cf. la inscripción de Gallio, una carta del emperador Claudio dirigida a la ciudad de Delfos.] El papiro, del que procede nuestra palabra "papel", era, con mucho, el material de escritura más utilizado y accesible. El papiro es una planta languirucha pantanosa que crecía originariamente a lo largo de las riberas del Nilo. Ya era utilizado como material para escribir en el antiguo Egipto (como, por ejemplo, El libro de los Muertos), pero se popularizó mucho mas durante los periodos helenista y romano, que fue cuando se desarrolló una gran industria en torno a él.

            Los autores de historia natural de la antigüedad describieron con todo lujo de detalles la elaboración del papiro [Cf. Plinio el Viejo, Historia natural 13.68-83 (en Barrett, The New Testament Background, pp. 24-28).], que consistía en cortar el junco de papiro en tiras finas y extenderlas a lo largo para formar una hoja; luego se extendía otra capa de tiras cruzando la primera y se prensaban las dos. Posteriormente, se cubrían las fibras con agua y la savia de la planta formando un pegamento natural. Para terminar, se recortaban las hojas según diferentes medidas. Uno podía ir a una tienda de papiros y comprar una hoja de acuerdo con sus necesidades o posibilidades. Para escribir documentos extensos, como, por ejemplo un libro, que habitualmente se hacía en uno o más rollos (en latín, volumen; en griego, biblios), se pegaban las hojas para conseguir la longitud que el documento requería. Aunque un rollo normal nunca tenía más de seis metros, sabemos que también existían rollos de obras literarias que llegaban a medir casi trece metros.