lunes, 28 de octubre de 2013

ANTES DE QUE FUERAN CRISTIANOS: Los comienzos del movimiento de Jesús.

                     El Jesús histórico no fue el fundador de una nueva religión llamada "cristianismo". De hecho, el nombre de "cristianismo" como designación del nuevo movimiento no llegó a aparecer hasta un siglo después de su muerte. El mismo Jesús parece haber sido un tipo de predicador reformista -algunos podrían calificarlo como "profeta" -en el seno del complejo y conflictivo ambiente del judaísmo de principios del siglo I. El movimiento que se desarrolló en torno a Jesús -en la medida en que podamos catalogarlo apropiadamente como "movimiento" antes de su muerte -se parecía, probablemente, a otras sectas judías de la época, en la que había una notable diversidad y, en ocasiones, conflictos sobre cuestiones relativas a la observancia y la piedad judía.

                 Por tanto, hemos de ser cautos a la hora de suponer que la Iglesia cristiana irrumpió en la escena como una institución religiosa específica e identificable tras la muerte de Jesús o que se inició en un determinado momento o como un fenómeno singular. Aunque el relato tradicional de los orígenes del movimiento -basado casi exclusivamente en el libro de los Hechos- podría reflejar algunos aspectos de los primeros momentos, es muy probable que no cuente realmente toda la historia. Más aún, cuenta su relato del nacimiento del movimiento cristiano desde una perspectiva posterior, cuando ya la Iglesia había comenzado a desarrollar una identidad más específica. En consecuencia, debemos tener cuidado en retrotraer condiciones o desarrollos que sólo surgieron mucho tiempo después al período de sus orígenes. De hacerlo, crearíamos un mito de los orígenes que nunca existió realmente.

               Así pues, al igual que en la búsqueda del Jesús histórico, el descubrimiento de los orígenes del movimiento cristiano debe afrontar los problemas derivados de la destilación de la información histórica a partir de estas fuentes posteriores. Como ya hemos visto, los relatos escritos más antiguos de la vida de Jesús no aparecieron sino cuarenta o cincuenta años después de su muerte. De forma análoga, el relato más antiguo de la fundación del movimiento se encuentra en el libro de los Hechos, que fue escrito como parte de este proceso por el mismo autor que escribió el evangelio de Lucas y, por tanto, unos sesenta años o más después de la muerte de Jesús. Aunque todos estos relatos escritos son considerablemente tardíos, sabemos que utilizaron fuentes de información más antiguas. Algunas podrían haber sido escritas (como sostienen algunos especialistas con respecto a Q), pero la mayoría eran tradiciones orales repetidas y conservadas en el seno de las mismas congregaciones. Los miembros de esas comunidades conservaron la memoria de Jesús y de sus primeros seguidores contando y recontando los relatos que poseían sobre ellos. De hecho, nuestras fuentes más antiguas sobre la fundación del movimiento aparecen en situaciones donde también encontramos reminiscencias sobre el mismo Jesús.

domingo, 27 de octubre de 2013

Teorías modernas sobre las relaciones entre los sinópticos.

                  Las diferencias y semejanzas entre los sinópticos han llevado a la mayoría de los especialistas del Nuevo Testamento a concluir que también existe una intrincada red de dependencias literarias entre ellos. Esto quiere decir que las semejanzasa entre los sinópticos proceden del hecho de que dos de ellos utilizan al tercero como fuente común; las diferencias proceden de la utilización de otras fuentes diferentes y de su capacidad para entrelazar los relatos conjuntamente de formas diferentes. Los especialistas modernos han propuesto tres teorías principales para explicar estas relaciones.


              La teoría más aceptada es la denominada hipótesis de las dos fuentes (núm 1. cuadro 5.4). Esta teoría asume que Marcos fue el primero de los evangelios del Nuevo Testamento que se pusieron por escrito; concretamente, en algún momento entre el final de la primera revuelta judía y el año 75 d.C. Este evangelio se compuso a partir de una gran variedad de tradiciones orales que se habían transmitido independientemente. En la época de su composición ya se habían traducido al griego. Posteriormente, Mateo y Lucas utilizaron como fuente el evangelio de Marcos, pero independientemente el uno del otro. Este dato ayuda a explicar por qué Mateo y Lucas sitúan los materiales de forma diferente al tiempo que mantienen los mismos episodios básicos. También explica por qué Mateo y Lucas añadieron elementos de un material exclusivamente suyo, al sugerir que cada uno contaba con una línea de tradición oral independiente. En ocasiones, se les denomina las fuentes M y L, respectivamente; éstas incluyen algunos elementos de sus relatos de la infancia, como también otras enseñanzas propias de cada uno.

             Aparte de Marcos, Mateo y Lucas utilizaron también otra segunda fuente común. Esto se refleja en los aproximadamente 250 versículos de un material semejante que se encuentra en Mateo y Lucas, pero que no aparece en Marcos. Casi en su totalidad está formado por enseñanzas de Jesús e incluye pasajes tan famosos como las bienaventuranzas, la oración del Señor y la parábola de la oveja perdida. Puesto que aparecen casi al pie de la letra en griego en los dos evangelios, es posible que la tradición oral de estas enseñanzas ya se hubiera traducido anteriormente del arameo al griego. Esta traducción puede explicar que se transmitiera independientemente como una "fuente de dichos" sobre las enseñanzas de Jesús. No contiene ningún relato de milagro ni tampoco otros aspectos narrativos comunes de la vida de Jesús. Normalmente, los especialistas la denominan Q (de la palabra Quelle, es decir, "fuente") o fuente de los dichos sinópticos. Fechan este material entre los años 50 y 70 d.C [Recientemente, varios especialistas han sugerido que podría haber estratos o niveles más antiguos o posteriores en el material de Q, que se encuentra en Mateo y Lucas, pero esta opinión no es compartida por la mayoría. Quienes la mantienen se refieren al Evangelio de Tomás, un "evangelio de dichos" de carácter apócrifo de finales del siglo I o inicios del II, como prueba literaria de la existencia de Q.]. Sin embargo, no está claro si ya se había puesto por escrito en un orden determinado, puesto que Mateo y Lucas organizan los dichos de modo completamente diferente. La única forma en que se ha conservado es la que hallamos en Mateo y Lucas, y, tal vez, en el Evangelio de Tomás. 

                Comoquiera que fuese, escrita u oral, parece que la tradición Q refleja una fase antigua de la transmisión de la tradición oral en la vida de una comunidad cristiana primitiva (o tal vez de varias comunidades). La hipótesis de las dos fuentes afirma que Mateo y Lucas utilizaron dos fuentes principales más antiguas (Marcos y Q) para componer sus respectivos evangelios. Los dos usaron a Marcos como contenido básico, pero cada uno lo modificó reorganizando el material e insertando el material Q según su perspectiva. En consecuencia, cada uno de los tres sinópticos es considerado como una configuración peculiar de tradiciones orales y escritas. Cada uno es una expresión de la fe cristiana primitiva que intenta conservar la memoria y el mensaje de Jesús tal como se enseñaba en comunidades diferentes a la luz de su propia experiencia y su tradición.
               No todos los especialistas del Nuevo Testamento han aceptado la hipótesis de las dos fuentes, pero constituye una pequeña minoría que apoya las otras dos hipótesis (cuadro 5.4). De todas formas, hemos de tener en cuenta sus objeciones por la relevancia que tienen para conocer el proceso de la composición de los evangelios. Las dos teorías alternativas son escépticas respecto a la existencia de una fuente independiente Q o que hubiera ejercido una influencia tan intensa. Una teoría (núm 2. cuadro 5.4) propone que el primer evangelio escrito fue el de Mateo y que su fuente exclusiva sobre las enseñanzas de Jesús (en ocasiones llamada M) contenía todos los materiales que denominamos Q. Posteriormente, argumenta diciendo que Lucas se basó en Mateo, pero haciendo cambios importantes tanto en el orden como en el contenido. Finalmente, se compuso Marcos como una mezcla de los dos anteriores; en algunas ocasiones sigue a Mateo y en otras a Lucas.

              La tercera (núm. 3 en el cuadro 5.4) puede catalogarse como una teoría de compromiso. Acepta el punto de vista de que Marcos fue el primer evangelio escrito, pero niega la existencia de Q. Explica las relaciones argumentando que Mateo se basó en Marcos y añadió el material llamado Q, y, posteriormente, Lucas reelaboró la obra de Marcos utlizando Mateo como una fuente secundaria, pero solamente para una parte de sus materiales adicionales, que luego modificó libremente. Un buen ejemplo de esta teoría se encuentra en la parábola de la fiesta/banquete de bodas (Mt 22,1-14 [, ];  Lc 14,16-24 []; cf. cuadro 6.4:

            
                     Una dificultad que encontramos en estas dos teorías alternativas la constituyen las diferencias tan evidentes de orden y contenido que existen entre Mateo y Lucas, tal como apreciamos especialmente en sus respectivos relatos de la infancia. Para sostener que Lucas utilizó a Mataeo como fuente directa, las dos teorías tienen que asumir que el autor de Lucas estaba dispuesto a realizar cambios mucho más radicales en los contenidos de los evangeliios, que utilizaba como fuentes, que lo que presupone la hipótesis de las dos fuentes. Por ejemplo, en el caso del rechazo en Nazaret, que hemos comentado anteriormente (véase también cuadro 5.3):

                  Esto implicaría que Lucas habría tenido que desplazar el relato del rechazo desde la posición relativamente posterior en la que se encuentra en Mateo (Mt 13,53-58 [, ], siguiendo inmediatamente a las parábolas (13,1-52 [, , , ,    , ,
, , , ], a una posición radicalmente anterior, al tiempo que colocó las parábolas, los milagros y la misión en una disposición casi idéntica (y con un vocabulario muy parecido) a la de Marcos. Este desplazamiento indica que Lucas tenía que eliminar varias parábolas de Mateo, reordenar los milagros regresando a su forma marcana y borrar un gran bloque del material denominado Q del contexto de la misión para insertarlo en otra parte. En todos los casos, los autores de los evangelios realizan cambios redaccionales en el relato; sin embargo, la hipótesis de las dos fuentes requere un proceso más simple al proponer que Mateo y Lucas, independientemente, realizaron cambios y adiciones en Marcos y la fuente Q.

                  Al fin y al cabo, todas las teorías actuales asumen la existencia de cuatro elementos principales en el desarrollo de la tradición evangélica:

1. Que existió una tradición oral viva e influyente sobre lo que Jesús dijo e hizo y que el relato de la pasión constituía su núcleo más antiguo.

2. Que estas tradiciones orales independientes circularon dentro de las comunidades cristianas y entre ellas, donde recibieron un contexto y un significado en la vida litúrgica.

3. Que la transmisión de estas tradiciones-fuentes, bien de forma oral o escrita, a otras comunidades hizo posible que fueran recontadas y reconfiguradas para encajar en las nuevas necesidades y situaciones.

4. Que el orden, los temas y el contenido de cada uno de los evangelios del Nuevo Testamento reflejan el contexto local de los respectivos autores y comunidades como expresión de su fe en Jesús a la luz de su trasfondo cultural y experiencia social.

                  Con otras palabras, los evangelios, tal y como ahora los tenemos, no son biografías directas o de primera mano sobre Jesús. Ni tampoco responden a nuestras modernas ideas sobre lo que significa escribir histoira. Más bien, constituyen los primeros intentos por contar la historia de Jesús para una determinada audiencia en un contexto o ubicación social particular. Ciertamente, la figura histórica de Jesús se encuentra tras los relatos, pero, no obstante, éstos se han apartado notablemente del personaje histórico.

                Por consiguiente, cada uno de los evangelios nos cuenta la historia de un modo diferente, lo que implica algo más que una simple reorganización de ciertos episodios o una adición de nuevos dichos aquí y allá. El orden diferente y la configuración narrativa de cada evangelio dan nuevos matices semánticos a las enseñanzas, interpretan la cuasa y el efecto de la muerte de Jesús e indagan en los temas de la fe, el discipulado y la comunidad. El cambio en el orden y el vocabulario de los episodios refleja, normalmente, una comprensión peculiar de la vida, las enseñanzas y la muerte de Jesús por parte de cada evangelista, que estaba mucho más interesado en la relevancia teológica comunicada por el relato que en la precisión histórica. Por último, los evangelios son relatos sobre el desarrollo de la fe en Jesús. En consecuencia, sus diferencias son históricamente importantes, pero en un sentido diferente, puesto que nos dicen mucho más sobre el desarrollo del primitivo movimiento de Jesús que sobre el mismo Jesús.

jueves, 17 de octubre de 2013

De la forma oral a la escrita.

                  En el centro de la historia de Jesús se encuentra el relato de su muerte. En contraste, los relatos de la infancia son más tardíos. Los milagros y sus enseñanzas circulaban inicialmente de forma independiente y poco a poco se unieron en pequeñas colecciones siguiendo el criterio de la semejanza que existía entre ellos. En ambos casos, los relatos que se contaban tenían como objetivo transmitir y reforzar la fe de los seguidores. Sabemos que en ocasiones se produjeron diferencias en la narración. Por ejemplo, Pablo nunca habla de los milagros de Jesús, mientras que los evangelios sinópticos contienen un gran número (treinta y dos), dando un énfasis especial a los milagros de la tormenta, las curaciones y, sobre todo, a los exorcismos (En los tres sinópticos hay un total de treinta y dos relatos individuales de milagro, sin contar los duplicados o paralelos de la misma historia que aparecen en dos de ellos o en los tres -por ejemplo, el endemoniado gadareno o geraseno: ., , , ; ). El evangelio de Juan afirma que Jesús realizó muchos "signos y prodigios" (Jn 20,31), pero sólo contiene siete relatos de milagro y en ninguno aparece un exorcismo. De estos siete solamente dos pueden compararse con los de los sinópticos (Jn 6,1-21 ); los otros cinco son propios de Juan. Por tanto, parece que al tratar de los milagros de Jesús, Juan y Pablo utilizaron los sinópticos.

                   Algunos de los dichos o enseñanzas de Jesús aparecen solamente en un solo evangelio, otros en los tres sinópticos, y también los hay que se encuentran solamente en dos de los tres sinópticos (especialmente en Mateo Y Lucas). En su mayor parte, todos los dichos que encontramos en Marcos aparecen de una forma u otra en Mateo y Lucas; sin embargo, éstos también contienen unos 250 versículos de dichos que son muy parecidos, en ocasiones idénticos, en los dos, pero que no se encuentran en Marcos, como la bienaventuranza y otras partes del sermón de la montaña/llanura (Mt 5-7; cf. Lc 6-9). También, el contenido general de los tres sinópticos sigue a Marcos, especialmente en los capítulos finales dedicados a la muerte de Jesús. Cuando bien Mateo o Lucas colocan un episodio en un lugar diferente al de Marcos (como la misión de los Doce en Mateo o el rechazo en Nazaret en Lucas; CUADRO , en el otro se mantiene cercano, y en algunos casos casi idéntico, a Marcos.

La tradición oral.

             Las culturas antiguas del Próximo Oriente, Egipto, Grecia y Roma se han denominado "culturas orales". Aunque todas poseían sistemas de escritura y desarrollaron importantes obras de "literatura" (como los relatos bíblicos, la epopeya de Gilgamesh, la Ilíada y la Odisea), no eran fundamentalmente "culturas librescas" al estilo de nuestra cultura occidental moderna. Ello significa que estas culturas antiguas (al igual que algunas contemporáneas) imaginaban la transmisión de la tradición y la información principalmente mediante la narración oral, no a través de documentos escritos. En efecto, la escritura era una forma secundaria de conservación.

            La narración era un medio de comunicación oral, y los narradores eran importantes para la transmisión cultural. Frecuentemente, sus relatos transmitían un profundo sentido de la identidad nacional o étnica, al tiempo que también enseñaban valores e ideales importantes. Los relatos tendían a ser breves o también podían unirse muchas narraciones cortas para formar una epopeya más extensa. Resulta sorprendente la capacidad que tenían los narradores antiguos para recordar epopeyas tan largas. Aun así, sabemos que se daba una proclividad a la aparición de numerosas variaciones, como la tradición homérica, en la que surgieron nuevos episodios en algunas versiones. Había narraciones más breves que circulaban por doquier y eran recogidas de diversas formas según las diferentes culturas, tal como puede apreciarse en las numerosas versiones antiguas sobre un gran diluvio. Aunque se mantenían algunas semejanzas básicas, la historia del diluvio llegó a insertarse en tradiciones narrativas diferentes, en las que recibió una forma particular. Por consiguiente, la narración oral conservaba las tradiciones y al mismo tiempo dejaba margen para la fluidez.

             Ni Jesús ni sus discípulos escribieron nada. Incluso aquellos materiales evangélicos que afirman explícitamente que proceden de los primeros discípulos, tal como se dice en el evangelio de Juan (Jn 21,24), en realidad no se pusieron por escrito hasta mucho tiempo después. Hemos de recordar que al evangelio de Juan se le llamó "evangelio espiritual" por las diferencias tan notables que tiene con respecto a los otros. Por consiguiente, antes de que se hicieran los primeros esfuerzos para poner por escrito algunos de los aspectos de la vida, las enseñanzas, los milagros y la muerte de Jesús, existieron numerosos relatos que debieron circular oralmente. La primera generación del movimiento de Jesús se apoyó predominantemente en las tradiciones orales sobre él. Muchas se comunicarían, probablemente, en arameo, que era la lengua de Jesús y sus primeros seguidores. Sólo posteriormente se tradujeron al griego, y más tarde se recogieron en los documentos que denominamos evangelios. Examinaremos con mayor detenimiento algunas de estas tradiciones orales de la primera generación más adelante.

El problema sinóptico.

             Las comparaciones de este tipo entre los sinópticos condujeron a los especialistas a formular diversas teorías sobre las relaciones literarias entre Mateo, Marcos y Lucas. A su vez, estas relaciones tienen una gran importancia para saber el tiempo y el modo en que se compusieron los evangelios. Los especialistas denominan a todos estos aspectos el problema sinóptico.

             Partiendo de los ejemplos que hemos comentado anteriormente, podemos apreciar la naturaleza del problema. Por una parte, varios episodios clave aparecen en cada uno de los tres sinópticos. Evidentemente, se refieren a los mismos "sucesos". Sin embargo, la secuencia de éstos difiere de un evangelio a otro. En Mateo, la misión aparece con mayor antelación y el rechazo se retrasa más que en Marcos; en Lucas, el rechazo se adelanta, mientras que las parábolas y los milagros son casi idénticos a los de Marcos. Tanto Mateo como Lucas presentan un "sermón" con las bienaventuranzas, pero se proclama en lugares diferentes, mientras que en Marcos no aparece en modo alguno este episodio. Algunas versiones son más extensas y están más elaboradas (la misión en Mateo y el rechazo en Lucas), mientras que las dos versiones del mismo episodio son breves y tienen un vocabulario muy similar. Al analizar los relatos que están en torno a estas secuencias diferentes, descubrimos que las relaciones causa-efecto con respecto al ministerio de Jesús -sobre todo en cuanto que conducen a su muerte- cambian significativamente de evangelio a evangelio.

              Por tanto, el problema sinóptico plantea la siguiente cuestión: ¿cómo es posible que estos tres evangelios tengan tanto material en común, incluso al pie de la letra en algunos casos, y al mismo tiempo se hayan cambiado de lugar los episodios o se haya añadido un material nuevo o diferente? Para responder a esta pregunta hemos de concluir que existían unas fuentes comunes tras los evangelios escritos y que los diferentes autores compilaron sus relatos con cierta flexibilidad, uniendo el material de las fuentes de formas diversas. Por consiguiente, encontramos dos elementos fundamentales en este proceso: primero, la comunicación oral de relatos sobre Jesús como fuente primaria con respecto a cualquier relato escrito; segundo, la dependencia literaria entre los autores de los evangelios.

Comparación entre los evangelios.

                 Lo que emerge de este panorama es una toma de conciencia de las semejanzas y las diferencias que existen entre los cuatro evangelios del Nuevo Testamento. La más notable es la diferencia que existe entre el evangelio de Juan y los otros tres. Por esta razón, a los tres primeros evangelios (Mateo, Marcos y Lucas) se les ha llamado tradicionalmente "evangelios sinópticos" (o, simplemente, "sinópticos", para abreviar), porque siguen un contenido más similar. De aquí que puedan compararse uno junto al otro o "sinópticamente". Aun así, nos encontramos con notables dificultades. Sólo Mateo y Lucas contienen un relato del nacimiento de Jesús, pero con algunas diferencias importantes. Mirando solamente el contenido, la compleja versión de Lucas es diez veces más extensa que la narración más breve que encontramos en Mateo. Aunque a menudo ignorados, sin embargo, son numerosos los otros cambios menores que encontramos en determinados episodios, como, por ejemplo, la unción en Betania, que en Mateo y Marcos sucede la última semana de la vida de Jesús, mientras que en Lucas ocurre mucho antes (cap. 7).

















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Lc.








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15. ,
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   ), mientras que en Mateo estos mismos milagros aparecen mucho después (8,14-17 ,   ). La llamada de los primeros discípulos tiene lugar en Mt 4,18-22, justo antes del sermón de la montaña (5,1-7,28).

           Posteriormente, deberíamos percatarnos de lo que ocurre con otro conocido grupo de enseñanzas de Jesús, las parábolas del Reino (c), especialmente en relación con el conjunto de los tres milagros (d), el rechazo en Nazaret (e) y la misión de los Doce (f). Marcos presenta los cuatro episodios en el orden (c)-(d)-(e)-(f). Los relatos de los tres milagros constituyen un grupo específico formado por la tempestad calmada, el endemoniado gadareno y el, poco frecuente, doble milagro de la hija de Jairo y la hemorroísa. Este grupo de milagros (d, Mc 4,35-5,43) se encuentra entre las parábolas (c, 4,1-42) y el rechazo (e,6,1-6), al que sigue inmediatamente la misión (f, 6,7-13). Esta secuenciación está bien tratada: los tres milagros se convierten, por tanto, en la causa inmediata del rechazo en su pueblo natal (cf. Mc 6,2.5), y la misión de los doce es su consecuencia directa.

            En Mateo, la misión de los Doce se encuentra en primer lugar (9,35-10,42) y contiene un exclusivo y extenso discurso dirigido a los discípulos. Justo antes (8,18-9,26) encontramos el mismo grupo de milagros que aparece en Mc 4,35-5,43; sin embargo, los tres milagros han sido complementados en Mateo con otros milagros (comparables a los primeros milagros (a) de Mc 1-3) y otros episodios adicionales. Aunque los tres milagros forman parte del contexto, la fuerza principal de la misión en Mateo es comprobar la disposición de los discípulos a"seguir" a Jesús (cf. Mt 8,18-22; 10,17-25) con la mirada puesta en el proceso judicial. Luego nos encontramos con dos capítulos más antes de llegar a las parábolas del reino (Mt 13,1-52), a las que sigue inmediatamente el rechazo en Nazaret (13,53-58). Así, la secuencia de Mateo es (d)-(f) <> (c)-(e). Hay un buen fragmento narrativo (y, por tanto, de tiempo) entre f y c; ahora bien, estas dos subsecciones funcionan paralelamente, pues ambas se relacionan con el tema del discipulado. Probablemente, Mateo ha complementado las parábolas con un material adicional para convertirlas en la causa inmediata del rechazo de Jesús, que se produce mucho después en la estructura temporal mateana del ministerio de Jesús.

            En Lucas, por otra parte, el rechazo en Nazaret acontece justo en el primer episodio del ministerio de Jesús (4,16-30), cuya secuencia temporal es comparable a Mc 1,14-15. También ha sido elaborado mediante material adicional. Las parábolas del reino no se proclaman hasta Lc 8,4-18 y, como en Marcos, son seguidas por los mismos tres milagros (Lc 8,22-56), a los que, a su vez, le sigue inmediatamente la misión (Lc 9,1-6). La secuencia Lucana es, por tanto, (e) >< (c)-(d)-(f); en esta perspectiva, son los milagros los que se han convertido en el objetivo principal de la misión. La misión de los Doce en Lucas es casi idéntica en extensión y contenido a la de Marcos (por tanto, mucho más breve que en Mateo). A continuación, Lc 10,1-16 sigue con otra misión, la de los setenta discípulos, en la que, de nuevo, el objetivo principal es realizar milagros como preparación para la predicación de Jesús. Lucas ha desvinculado totalmente el rechazo de esta secuencia; su nueva ubicación crea un conjunto diferente de expectativas desde el comienzo del ministerio de Jesús.