En las fuentes judías y cristianas, por otra parte, encontramos más dificultades sobre este particular. Aunque tienden a darnos considerablemente mucha más información, están inherentemente sesgadas por su posición a favor o en contra de la comprensión religiosa de Jesús. Ningún tipo de presentación sesgada puede juzgarse por las apariencias, especialmente si se trata de informarnos sobre acontecimientos del pasado. Y ahí es donde se encuentra la dificultad, pues ninguna de estas fuentes procede de la misma época de Jesús. Tampoco poseemos documentos judiciales contemporáneos, ni siquiera unos informes ocasionales, sobre lo que ocurrió. Todos los relatos proceden de décadas e incluso de siglos posteriores a lo sucedido. Jesús no escribió nada ni dejó prueba arqueológica alguna en el paisaje de Judea. Es como si nadie se hubiera preocupado realmente por conservar algún tipo de información en aquella época, sino que fue posteriormente, al empezar a tener éxito el movimiento, cuando se empezó a reflexionar sobre la vida de Jesús, sobre lo que le ocurrió y las razones de lo acontecido. Pero entonces, conforme pasaba el tiempo y el movimiento cristiano se iba organizando mejor, el "porqué" se hizo cada vez más el objeto de los intereses apologéticos y la interpretación teológica. Aún después, cuando entre los judíos y los cristianos se incrementó el conflicto sobre la identidad de Jesús, los textos judíos adoptaron una posición polémica para contrarrestar las pretensiones cristianas. Por tanto, estas fuentes posteriores -entre las que debemos incluir los evangelios- reflejan ideas y cuestiones que no pertenecían a la época de Jesús ni al momento de su muerte.
Podemos ver un buen ejemplo en algunas polémicas judías posteriores seleccionadas de la literatura rabínica. Nunca negaron la vida y la muerte de Jesús, ni tampoco que había tenido seguidores. Más bien, estas fuentes afirmaban que había nacido fuera del matrimonio, que era natural de Egipto, donde había aprendido las artes mágicas, que engaño a las masas con su magia y sus falsas enseñanzas, que fue procesado y ejecutado por hereje y revolucionario en tiempos de Pilato y que tuvo cinco discípulos que siguieron practicando la magia negra en su nombre [Esta sucinta síntesis de la polémica se basa en un resumen de los extractos de la Misná y el Talmud realizado por R. T. Hereford, Christianity in Talmud and Midrash, Williams & Norgate, Londres 1903, pp. 348-349]. ¿Cómo deberíamos evaluar la fiabilidad histórica de estas afirmaciones? Resulta bastante evidente que cada una de ellas constituye un tipo de negación de alguno de los elementos consolidados que encontramos en los evangelios cristianos -el "nacimiento virginal" era un enmascaramiento de que el hijo era ilegítimo-; en lugar de los milagros, Jesús practicaba el engaño y la magia negra; etc [Cf. Howard Clark Kee, Jesus in History: An Approach to the Study of the Gospels, Harcourt Brace, Orlando 1996, pp. 47-52]. Por consiguiente, estas afirmaciones no suministran ninguna información histórica novedosa o valiosa y pueden explicarse como una reacción secundaria más que como un "hecho" primario.
Por otro lado, Mt 28,11-15 [.11-15., Evangelio de Mateo. Soborno de los guardias. 28 ] refleja claramente un esfuerzo semejante por parte de los cristianos. El relato trata de los guardias colocados en la tumba de Jesús, que fueron sobornados para que dijeran que su cuerpo había sido robado. Pero este relato se encuentra solamente en Mateo y concluye con un comentario del narrador: "Y esta historia se cuenta aún entre los judíos hasta el día de hoy". Por tanto, el autor nos da, inconscientemente, una clave que refleja un esfuerzo por refutar las polémicas judías posteriores que habían comenzado a circular en la época en que se escribió el evangelio. También se trata de una reacción secundaria, no de un hecho primario.
En otras fuentes antiguas encontramos un problema diferente, concretamente la manipulación posterior de los textos para que apoyaran ciertas ideas. Puede verse este problema en un famoso pasaje de Josefo. Puesto que constituye una fuente importante para la historia judía del período antiguo y fue testigo ocular de la primera revuelta, se ha especulado bastante sobre su posible conocimiento de Jesús. El pasaje, conocido como Testimonium Flavianum, procede de su obra Antigüedades de los judíos 18.63-64:
Por aquel tiempo existió un hombre sabio, llamado Jesús, si es lícito llamarlo hombre, porque realizó grandes milagros y fue maestro de aquellos hombres que aceptan con placer la verdad. Atrajo a muchos judíos y muchos gentiles. Era el Cristo. Delatado por los principales judíos, Pilato lo condenó a la crucifixión. Aquellos que antes le habían amado no dejaron [de seguirle], porque se les apareció al tercer día resucitado; los profetas habían anunciado éste y mil otros hechos maravillosos acerca de él. Desde entonces hasta la actualidad existe la agrupación de los cristianos.
Josefo escribió las Antigüedades de los judíos a mediados de los años noventa d.C; sin embargo, el pasaje citado se considera ampliamente como una falsificación cristiana, bien en su totalidad o en parte, que fue insertado siglos más tarde [Louis H. Feldman, "Josephus", Anchor Bible Dictionary, 3;999-992; Everett Ferguson, Backgrounds of Early Christianity, Wm. B. Eerdmans, Grand Rapids 1993, pp. 457-460]. Casi todos los especialistas están de acuerdo en que la parte señalada en negrita es una interpolación cristiana; con respecto a lo demás, hay autores que lo ponen en duda, mientras que otros lo aceptan. Son varias las razones que justifican esta tesis. Las secciones paralelas de La guerra de los judíos, también de Josefo, no mencionan a Jesús, y los escritores cristianos del siglo III d.C., que aumentaron la parte correspondiente en Antigüedades, no se dieron cuenta de ello. De haberlo encontrado, lo habrían utilizado de buena gana para probar las pretensiones cristianas. En cambio, estos mismos escritores, sobre todo Orígenes, admitían que Josefo no creía en Jesús [Orígenes, Comentario sobre Mateo 10.17; Contra Celso 1.47.]
Por otra parte, hay otro pasaje en las Antigüedades que hace referencia a un suceso acontecido en el año 62 d.C. bajo el sumo sacerdocio de Anano. Se trata del juicio y condena a muerte del líder cristiano Santiago, a quien Josefo describe como "el hermano de Jesús, que era llamado el Cristo" [Antigüedades 20.200]. Puesto que son pocos los especialistas que dudan de la autenticidad de este pasaje, éste indicaría que Josefo sabía lo de Jesús o, por lo menos, que había oído las afirmaciones que los cristianos hacían sobre él. Por tanto, parece que las porciones no señaladas en negrita del Testimonium Flavianum podrían ser auténticas. No obstante, podría interpretarse como una afirmación despectiva: "Pues realizaba portentos absurdos, un maestro de gente que aceptaba con gusto lo extraordinario y que convenció a muchos judíos y también a muchos gentiles". Cada una de las partes refleja claramente alguna de las tradiciones primitivas sobre Jesús, aunque cada una lo hace de un modo que posee un tono negativo [Feldman, "Josephus", 3:991. Decir, por ejemplo, que había "gente que aceptaba -lo inusual- con placer" es un modo de llamarlos atolondrados o simplones. De hecho, Josefo utiliza varias veces en este sentido el término "placer" en esta sección de Antigüedades. De igual modo, muchos lectores de Josefo no se han percatado de que la palabra "verdad" (en lugar de "inusual") no se encuentra en los manuscritos originales de Josefo.] Si bien nos suministra una corroboración más sobre la existencia de Jesús y la consciencia de sus seguidores a finales dels iglo I, apenas nos dice nada más sobre él.
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