Las culturas antiguas del Próximo Oriente, Egipto, Grecia y Roma se han denominado "culturas orales". Aunque todas poseían sistemas de escritura y desarrollaron importantes obras de "literatura" (como los relatos bíblicos, la epopeya de Gilgamesh, la Ilíada y la Odisea), no eran fundamentalmente "culturas librescas" al estilo de nuestra cultura occidental moderna. Ello significa que estas culturas antiguas (al igual que algunas contemporáneas) imaginaban la transmisión de la tradición y la información principalmente mediante la narración oral, no a través de documentos escritos. En efecto, la escritura era una forma secundaria de conservación.
La narración era un medio de comunicación oral, y los narradores eran importantes para la transmisión cultural. Frecuentemente, sus relatos transmitían un profundo sentido de la identidad nacional o étnica, al tiempo que también enseñaban valores e ideales importantes. Los relatos tendían a ser breves o también podían unirse muchas narraciones cortas para formar una epopeya más extensa. Resulta sorprendente la capacidad que tenían los narradores antiguos para recordar epopeyas tan largas. Aun así, sabemos que se daba una proclividad a la aparición de numerosas variaciones, como la tradición homérica, en la que surgieron nuevos episodios en algunas versiones. Había narraciones más breves que circulaban por doquier y eran recogidas de diversas formas según las diferentes culturas, tal como puede apreciarse en las numerosas versiones antiguas sobre un gran diluvio. Aunque se mantenían algunas semejanzas básicas, la historia del diluvio llegó a insertarse en tradiciones narrativas diferentes, en las que recibió una forma particular. Por consiguiente, la narración oral conservaba las tradiciones y al mismo tiempo dejaba margen para la fluidez.
Ni Jesús ni sus discípulos escribieron nada. Incluso aquellos materiales evangélicos que afirman explícitamente que proceden de los primeros discípulos, tal como se dice en el evangelio de Juan (Jn 21,24), en realidad no se pusieron por escrito hasta mucho tiempo después. Hemos de recordar que al evangelio de Juan se le llamó "evangelio espiritual" por las diferencias tan notables que tiene con respecto a los otros. Por consiguiente, antes de que se hicieran los primeros esfuerzos para poner por escrito algunos de los aspectos de la vida, las enseñanzas, los milagros y la muerte de Jesús, existieron numerosos relatos que debieron circular oralmente. La primera generación del movimiento de Jesús se apoyó predominantemente en las tradiciones orales sobre él. Muchas se comunicarían, probablemente, en arameo, que era la lengua de Jesús y sus primeros seguidores. Sólo posteriormente se tradujeron al griego, y más tarde se recogieron en los documentos que denominamos evangelios. Examinaremos con mayor detenimiento algunas de estas tradiciones orales de la primera generación más adelante.
La narración era un medio de comunicación oral, y los narradores eran importantes para la transmisión cultural. Frecuentemente, sus relatos transmitían un profundo sentido de la identidad nacional o étnica, al tiempo que también enseñaban valores e ideales importantes. Los relatos tendían a ser breves o también podían unirse muchas narraciones cortas para formar una epopeya más extensa. Resulta sorprendente la capacidad que tenían los narradores antiguos para recordar epopeyas tan largas. Aun así, sabemos que se daba una proclividad a la aparición de numerosas variaciones, como la tradición homérica, en la que surgieron nuevos episodios en algunas versiones. Había narraciones más breves que circulaban por doquier y eran recogidas de diversas formas según las diferentes culturas, tal como puede apreciarse en las numerosas versiones antiguas sobre un gran diluvio. Aunque se mantenían algunas semejanzas básicas, la historia del diluvio llegó a insertarse en tradiciones narrativas diferentes, en las que recibió una forma particular. Por consiguiente, la narración oral conservaba las tradiciones y al mismo tiempo dejaba margen para la fluidez.
Ni Jesús ni sus discípulos escribieron nada. Incluso aquellos materiales evangélicos que afirman explícitamente que proceden de los primeros discípulos, tal como se dice en el evangelio de Juan (Jn 21,24), en realidad no se pusieron por escrito hasta mucho tiempo después. Hemos de recordar que al evangelio de Juan se le llamó "evangelio espiritual" por las diferencias tan notables que tiene con respecto a los otros. Por consiguiente, antes de que se hicieran los primeros esfuerzos para poner por escrito algunos de los aspectos de la vida, las enseñanzas, los milagros y la muerte de Jesús, existieron numerosos relatos que debieron circular oralmente. La primera generación del movimiento de Jesús se apoyó predominantemente en las tradiciones orales sobre él. Muchas se comunicarían, probablemente, en arameo, que era la lengua de Jesús y sus primeros seguidores. Sólo posteriormente se tradujeron al griego, y más tarde se recogieron en los documentos que denominamos evangelios. Examinaremos con mayor detenimiento algunas de estas tradiciones orales de la primera generación más adelante.
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