Pablo, al igual que la mayoría de los miembros de la primera generación del movimiento de Jesús, no dejó de ser judío tras convertirse en discípulo de Jesús. Ciertamente, la experiencia sería completamente diferente para aquellos gentiles a los que había anunciado el Evangelio, puesto que tendrían que sufrir una forma más radical de "conversión" a una visión del mundo totalmente diferente, es decir, a la cosmovisión del judaísmo, en la que se veneraba a un solo y único Dios. Aunque no se nos ha conservado ninguna de las predicaciones de Pablo, no obstante, podemos inferir algunos elementos de su predicación y de su nueva fe a partir de sus cartas. Muchos especialistas piensan que 1 Tes 1,9-10 representa una especie de sumario sintético de lo que Pablo decía a sus conversos gentiles: "9ellos mismos, hablando de nosotros, cuentan qué acogida nos
hicisteis, cómo abandonando los ídolos os convertisteis a Dios, para
servir al Dios vivo y verdadero 10y aguardar la vuelta desde el cielo de
su Hijo, al que resucitó de la muerte, de Jesús, el que nos libra del
castigo que viene. ".
Observamos que su mensaje comienza aseverando la fe en el Dios único y verdadero, que concuerda con su estricto monoteísmo judío [Muchos de los elementos de la relación de Pablo con sus conversos gentiles dependen principalmente de este cambio hermenéutico fundamental orientado hacia el monoteísmo judío. Puede apreciarse en algunas de las máximas judías que surgen en sus catas; por ejemplo, 1 Cor 8,4: " 4Esto supuesto, en lo de comer carne de los sacrificios sabemos
que en el mundo un ídolo no representa nada y que nadie es Dios más que
uno"]. A continuación, encontramos el dato de que había llegado a creer que Jesús era, después de todo, el mesías judío y que su muerte podía interpretarse de acuerdo con la tradición profética de Israel (1 Cor 15,3-4 "3Lo que os transmití fue, ante todo, lo que yo había recibido:
que el Mesías murió por nuestros pecados, como lo anunciaban las
Escrituras, 4que fue sepultado y que resuctió al tercer día, como lo
anunciaban las Escrituras;". El dato de que Jesús era el mesías (o christos, en griego) crucificado, a quien Dios había vindicado resucitándolo de entre los muertos, constituía, con toda certeza, una afirmación nuclear del mensaje de Pablo: "Pues nunca me he preciado entre vosotros de conocer otra cosa sino a Jesucristo, y a éste crucificado" (1 Cor 2,2). Además de este conocimiento de la tradición roal primitiva sobre la muerte, el entierro y la resurrección, que ya hemos comentado, Pablo conocía los himnos primitivos sobre Jesús en los que se celebra su humillación, muerte y glorificación:
Flp 2,8-11 [ Numerosos especialistas también piensan que Col 1,15-20 es un himno antiquísimo, aun cuando se pongan en duda la genuina paternidad paulina de Colosenses.]
8se abajó, obedeciendo hasta la muerte
y muerte en cruz.
9Por eso Dios lo encumbró sobre todo
y le concedió el título que sobrepasa todo título;
10de modo que a ese título de Jesús
toda rodilla se doble
-en el cielo, en la tierra, en el abismo-
11y toda boca proclame (Is 45,23)
que Jesús, el Mesías, es Señor,
para gloria de Dios Padre.
y muerte en cruz.
9Por eso Dios lo encumbró sobre todo
y le concedió el título que sobrepasa todo título;
10de modo que a ese título de Jesús
toda rodilla se doble
-en el cielo, en la tierra, en el abismo-
11y toda boca proclame (Is 45,23)
que Jesús, el Mesías, es Señor,
para gloria de Dios Padre.
Para Pablo, el hecho de que Jesús fuera el mesías de Israel significaba además que habían comenzado los últimos tiempos apocalípticos que pronto llegarían a su final con el retorno de Jesús (cf. 1 Tes 4,13; 5,1-11 LA VENIDA DEL SEÑOR. 4,13-5,11.). Finalmente, Pablo estaba convencido de que había sido apartado "desde antes de nacer" para una misión especial, es decir, para llevar a los gentiles a este nuevo reino escatológico, de acuerdo con las profecías de Isaías y Jeremías.
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