Tal vez, más que cualquier otro personaje de los primeros momentos del movimiento de Jesús, Pablo destaa como el que lo catapultó a un nuevo nivel gracias a su misión dedicada a quienes no eran judíos. Al menos ésta es la opinión tradicional. En esta perspectiva, se le ha llamado el "primer cristiano", el "segundo fundador" y el "helenizador" del cristianismo. Sin embargo, el cuadro real es algo más complejo.
Este modo de comprender la figura de Pablo tiene ya más de un siglo y manifiesta que se produjeron algunos cambios importantes a la hora de interpretar su vida y su obra. Sobre todo, se cayo en la cuenta de que el mismo Jesús era judío y, como corolario, de que el movimiento primitivo mantuvo su identidad esencialmente judía durante algún tiempo antes de transformarse en una religión independiente. La "Iglesia cristiana" no irrumpió simplemente en la escena como una institución religiosa plenamente desarrollada e independiente en un momento determinado, es decir, cincuenta días después de la muerte de Jesús. Aún seguía siendo una secta judía, tal como vimos con anterioridad.
Sin embargo, admitido esto, queda pendiente la cuestió de cómo se produjo esta separación, a la que tradicionalmente se responde atribuyendo a Pablo su realización. Adolf Karnack, a principios del siglo XX, expresaba una opinión que casi todo el mundo compartía:
Fue Pablo quien liberó a la religión cristiana del judaísmo... Sin violentar los aspectos internos y esenciales del Evangelio -la fe incondicional en Dios como el Padre de Jesucristo, la confianza en el Señor, el perdón de los pecados, la certeza de la vida eterna, la pureza y la fraternidad-, Pablo lo transformó en una religión universal y puso las bases de la gran Iglesia... Cuando se produjo la ruptura con la comunión nacional judía, no quedaba ya duda alguna sobre la necesidad de crear una nueva comunidad en oposición a la primera. La propia consciencia y la fuerza del movimiento cristiano se desplegó en la creación de la Iglesia, que se reconoció como el verdadero Israel... Hemos visto que a lo largo de [el período apostólico] el Evangelio se separó de la matriz del judaísmo y se ubicó en el enorme campo del imperio grecorromano. El apóstol Pablo fue el principal agente de esta tarea, dando, por consiguiente, al cristianismo su lugar en la historia del mundo [Adolf Harnack, What is Christianity?., 1902, reimpresión Harper Torchbooks, Nueva York 1957,pp. 176.180.182.190].
Aunque esta perspectiva se mantiene en algunos círculos teológicos, lo cierto es que no se corresponde con la reciente investigación histórica sobre el Nuevo Testamento. Señalemos algunas de las razones:
1. Pablo no fue el "helenizador" del movimiento de Jesús. Antes, e independientemente, de Pablo existía una vigorosa interrelación con judíos grecoparlantes y con no judíos. El documento Q refleja ya estas tendencias: además, desde el primer momento existió una importante comunidad de Jesús en Alejandría. Ninguna de estas ramas del movimiento primitivo tuvo algún contacto, que pueda detectarse, con Pablo ni tampoco ninguna influencia suya. Al escribir su carta a las iglesias de Roma, Pablo deja claro que nunca había estado en Roma (Rom 1,9-14; 15,22-24). Por tanto, es evidente que no fue responsable de la creación de las congregaciones de Roma, algunas de las cuales llevaban funcionando bastante tiempo.
2. Pablo no fue el "segundo fundador" del movimiento. Esta idea se basaba en el falso presupuesto de que, con anterioridad a Pablo, el movimiento de Jesús era aún bastante monolítico y estaba, por así decirlo, estancado teológicamente en el contexto social judío de sus enseñanzas originales. De aquí que se viera a Pablo como aquel que rompió su estancamiento. Sin embargo, como ya vimos, existió una considerable diversidad en el movimiento desde el principio y ya se profundizaba en sus ideas según los nuevos contextos sociales y culturales. Había discípulos grecoparlantes en Antioquía antes de que llegara Pablo. Es probable que el mismo Pablo contactara con el movimiento una vez que se había desplazado a las zonas judías grecoparlantes. Tampoco el carácter judío de la secta fue un impedimento para la diversidad y la indagación teológica. Más aún, Pablo no iventó la "Iglesia" ni como término ni como forma de culto y organización cristiana. Muchos de estos elementos, al menos durante la primera generación, procedían directamente de la práctica judía.
3. Pablo no fue el "primer cristiano". De hecho, Pablo nunca utilizó el término "cristiano". Más bien, se consideraba un judío piadoso que había sido llamado por Dios, mediante Jesús, para llevar este nuevo mensaje a los no judíos. Por tanto, Pablo mantuvo una identidad totalmente judía, aun cuando discutiera con Pedro, Santiago o cualquier otro de los seguidores judíos más rigoristas del movimiento de Jesús. Así pues, hemos de ver a Pablo como un miembro de la diversidad sectaria del movimiento que le dio vitalidad y abrió nuevos horizontes.
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